Lectura: Hechos 22:1-30; 23:2, 11.
Por Carlos Samuel Mansilla
La respuesta del ser humano cuando nos hacen mal es responder con mal. Esa es la respuesta natural del ser humano. Pero si estamos en las manos de Dios podemos entender que cada situación en la que estamos involucrados tiene un propósito y que nosotros somos los encargados de dar una respuesta. Naturalmente esa respuesta ya la tenemos, porque Jesucristo nos ha dejado esa respuesta en nuestras manos.
Pablo, en este fragmento de la Biblia, recibió amenazas de muerte (22:22), fue enviado a ser azotado (22:25), lo ataron y encadenaron (22:25, 29, 30), lo golpearon en la boca (23:2), etcétera. En medio de todo esto, la respuesta de Pablo fue hablar de Cristo, contar cómo se encontró con Él, cómo la historia de su vida dio un cambio radical. Pablo habló de quien era realmente Jesucristo ante el odio generalizado de todos sus compatriotas.
Pablo respondió ante el maltrato y los golpes de una sola manera: Hablando de Dios, de la obra de Cristo para salvar a todos, dando testimonio con el ejemplo de su vida misma.
No sabemos si alguien creyó o no al escuchar, pero si sabemos que el propósito de Pablo era decirlo, no callar ante las acusaciones, dar ejemplo, tener una conducta de vida acorde al Reino de Dios.
Pablo al hablar de todo esto, y demostrarlo, cumplió con su responsabilidad. Las personas que lo oyeron nunca podrán decir que no escucharon la verdad, por lo cual van a ser juzgados personalmente acorde a lo que recibieron de parte de Dios.
Por esto, a la noche siguiente se le presentó el Señor a Pablo y le dijo: “Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma (23:11)”.
Podemos ver que la responsabilidad de Pablo era hablar de Dios sea el lugar a donde fuere llevado. El que le daba la “hoja de ruta” era Dios mismo con un propósito definido.
Nuestra responsabilidad es la misma que la de Pablo, hablar de la verdad hasta lo último de la tierra. Debemos ser embajadores de la verdad y ser sal y luz. Tenemos que reflejar la imagen de Dios en la tierra.
Por eso debemos preguntamos: ¿Cómo respondemos ante las injusticias, las amenazas o el maltrato? ¿Damos el ejemplo de Cristo o sencillamente nos dejamos llevar por reacciones humanas? ¿Nuestra conducta da respuesta a las personas sobre qué y quién nos define en cuanto a la verdad, la justicia, el amor, la humildad, la misericordia, el dominio propio, etcétera?
No importa que no acepten o no, sino que podamos ser ejemplo en palabra, conducta, amor, fe y pureza (1º Timoteo 4:12), si hacemos eso, independientemente de los que nos digan o hagan, ya habremos cumplido con el objetivo. Seguramente Dios nos llevará a otro lugar para seguir haciendo lo mismo. El éxito (Nehemías 1:11) no se mide en cuanto a qué o cuántas repuestas recibimos de los demás sino a cómo nosotros respondemos ante Dios.
Oración:
Dios… Tú me defines, tus propósitos me dirigen, mi vida te pertenece. Ayúdame a cumplir mi responsabilidad como hijo tuyo y no reaccionar ante las injusticias. Señor… voy a tener la conducta de tu Reino. Amén.
© Carlos Samuel Mansilla
www.carlossamuelmansilla.com
www.casabiblica.orgwww.carlossamuelmansilla.com